Wednesday, April 16, 2008

Conversando con la Otra (Conversations with Other Women)

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País de origen: UK (2005)

Duración: 84 minutos

La última vez que asistí al cine para ver un ensayo de pantalla múltiple fue en el 2000, cuando Mike Figgis utilizó a Salma para filmar Timecode. No es que estuviera mal, solo que decidí que tenía mejores cosas que hacer con mi tiempo. Los avances de Conversando con la Otra mostraban algo similar y estuve a punto de saltarla solo por mi referencia anterior. Es verdad que la pantalla sobre sirve como herramienta, pero a pesar de ser un estilo poco usado, no es relevante para lo que en esta ocasión se transmite.

Como su pseudo-opera prima, Han Conosa nos trae 84 minutos de doble pantalla (casi podríamos decir que son 168 de película) donde, entre un grupo de desconocidos, reune a Aaron Eckhart (Bill, The Dark Knight) y a Helena Bonham Carter (Sweeney Todd, Fight Club) en una composición que sirve como espejo de las fantasías en recuerdos para muchos de los espectadores.

Han Canosa es un director de recién aparición en el medio. No sé si sabían, pero nunca vio una película sino hasta que tenía 17 años, pues vivía en una familia de misioneros cristianos. ¿Qué resulta de poner a una persona así a dirigir una película? Considerando que trabajó en el ‘story board’ durante dos años antes de filmar una sola escena, pues tenemos un detallista nato que fuerza tal cuidado en sus tomas que la visión de dos cuadros llega un momento en que es natural para el espectador.

En un museo, no todas las pinturas tienen que ser grandes y majestuosas para ser buenas. Puede alguien estar parado frente a todo un mural y no dedicarle sino unos segundos, y de repente pasar frente a un cuadro mucho más pequeño, menos ambicioso, observarlo y decir: “esto me transmite algo distinto, una emoción… un algo en mi espalda”. Bueno, así es el arte, y así es “Conversando con la Otra”.

¿Qué muestras en una pantalla alterna? Vean Dressed to Kill y observen como Brian de Palma la utiliza (en un formato múltiple parecido) para mostrarnos eventos distintos que ocurren al mismo tiempo. Renten 21 Gramos (si es que no la han visto) y se darán cuenta como González Iñáritu hace pequeños saltos en el tiempo de cosas que están por venir, o que ya ocurrieron y nos refuerzan una idea (o nos confunde, pero eso ya depende del director). No sé qué tan común sea, pero al menos yo no recuerdo alguien que mostrara divergencias situacionales con duración de segundos. A veces Canosa utiliza una de las pantallas para mostrarnos un recuerdo que es referenciado en el diálogo de la otra (i.e. mientras la pareja recuerda como se conocieron, en la otra pantalla se ven jóvenes realmente conociéndose), pero otras veces se ve prácticamente la misma imagen, el mismo espacio, el mismo tiempo, cuando repentinamente una toma otra dirección, pasa algo distinto (normalmente en dirección opuesta, e.g. mientras en una se dice un comentario que provoca un distanciamiento, en la otra se lo guardan, se abrazan y se muestran felices). Momentos después una de las opciones desaparece (la mayoría de las veces la que se muestra como positiva) y seguimos con nuestra trama sórdida, pendiendo solo el recuerdo de lo que pudo haber sido.

Esta considero es la verdadera magia de “Conversando con la Otra”, de Canosa: te muestra la trascendencia de la vida personal asociada a la sutileza de la voluntad humana. ¿Cuántas veces se han preguntado qué hubiese pasado si en vez de tomar aquella decisión hubiese tomado otra? Me disgusté con el amor de mi vida por una reverenda tontería, ¿cómo sería mi vida si aun estuviera a su lado? ¿Si no hubiese tenido pena y se hubiese enterado que me interesaba? Evidentemente extrapolando esto al entramado de la vida en todas sus consideraciones, la complejidad de las posibilidades nos bloquearían, pero Conosa ni su escritora Gabrielle Zevin se meten en esos pantanos. El amor y las emociones son un campo lo suficientemente minado como dirigido por el ego como para poder poner en jaque al espectador y con un pequeño ardid cinematográfico mostrarnos las bondades del camino que rodea las minas, aquel al que solo se tiene acceso al abandonar la vanidad y que conduce a la vida sencilla sin complicaciones. Como ayuda para la deducción de este comportamiento tan común en nuestra sociedad, recuerdo dos frases que seguramente han de ubicar: la inagotable referencia de Al Pacino diciendo “En las encrucijadas de mi vida siempre he sabido el camino correcto, y nunca lo tomé porque era malditamente difícil” y el título de uno de las mejores canciones de Elton John, “Sorry seems to be the hardest word”.

Tíldenme de machista, pero es un tanto cuanto difícil para mí adentrarme en una historia donde en la relación de pareja, de los dos el hombre es quien más ama, quien está convencido de dar e intentar más por mantenerla, y que ella corte con esa frialdad que solo las mujeres conocen. ¿Recuerdan una película con Andy García y Meg Ryan, When a Man loves a Woman? Bueno, al menos ahí el título nos colocaba en antecedente, preparando al incauto para lo que iba a presenciar. En esta ocasión no contamos con este tipo de ayuda. No sé, tal vez fue una cubetada de realidad identificable demasiado directa.

Como advertencia, no salí de la proyección con buen humor, más bien con cierto pesar que provocó reflexiones y algunas de ellas inadvertidas. No termina con un beso ni “vivieron felices para siempre”. No hay muertos ni violencia explícita, aunque si heridas: quizá no superficiales evidentes, sino cognitivas profundas, pero no por ello menos dolorosas. Sin embargo es bueno darse una oportunidad para ver ensayos cinematográficos. Canosa tiene mucho por delante y esperaremos pacientemente su siguiente trabajo.

Reciban un saludo y nos vemos en el cine,

“A woman never has as much of a man attention as just before sex”.

Woman, “Conversations with Other Women


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